martes, mayo 10, 2005

Ahora van contra Marta

Saldado el asunto de López Obrador, ahora, caricaturistas que no tocaron ni con el pétalo de una sarcástica pincelada al Peje, se lanzan contra Marta Sahagún

Helioflores, en El Universal


El Fisgón, en La Jornada


La Crónica


Rocha, en La Jornada


Hernández, en Milenio

Dibujantes carroñeros, los caricaturistas en cuestión se inspiraron en el texto de muy dudosa veracidad, de la periodistas argentina Olga Wornat, de cuyo "periodismo de investigación", se pitorrean algunos periodistas mexicanos.
Uno de ellos es Carlos Marín, que escribe este día en Milenio, bajo el título de "Crónicas malitas, cuestión de escrúpulos":

Dice Olga Wornat:

No me retracto absolutamente de nada, tengo tanto material –y me está llegando tanto material– que podría sentarme ahora y escribir otro libro…”.

Dice Marta Sahagún:

“Esta demanda la hago por la forma en la que ha mentido,
desinformado e invadido mi intimidad
. También por el derecho que tengo
de defender el honor y la dignidad, tanto de mi persona como de
mi familia…”.

Héctor Mauleón, de El Universal, preguntó a la autora de Crónicas malditas:

–Las cosas que dice son muy graves, pero en el libro no hay fuentes, no hay
documentos
. ¿Por qué tengo que creer lo que Olga Wornat escribe ahí?

–Me puedes creer o no –respondió la señora–. Yo tengo largos
años de profesión
, he tenido demandas y jamás he perdido una. Lo que te
puedo asegurar es que yo no publico nada que no esté confirmado al menos
por cinco fuentes
. Las fuentes son interesadas, es verdad, pero yo las
paso por un tamiz. Soy bastante escéptica, no le creo a la
gente, y menos a la gente interesada en que yo publique determinadas cosas. Lo
que puse ahí está confirmado...

Para tener idea cabal de la materia en debate basta con leer el inicio del capítulo Los hijos de “La Jefa” (como debe ser, se respeta íntegramente
la desaseada redacción original):

–¿No me ves bien gozado, a ver si adivinas de dónde vengo? ¡Pues, de Las Vegas! Fuimos con mis hijos en el avión y nos quedamos ocho días en el Bellaggio, ahí donde agarraron a Ponce. Sin viejas, con
muchachas y mucha lana para gastar...

–Cuídate, Manuel, mira que si los filman o les sacan fotos...

–¡A nosotros no nos toca nadie, no somos pendejos! Y estamos bien
protegidos, no es la primera vez que vamos... –jactó el boticario Manuel Bribiesca Godoy frente a un amigo en diciembre de 2004, mientras devoraba como un arrebatado unas enchiladas espolvoreadas con “chile del bravo” y humedecidas con tequila reposado.

En el modesto restaurante “El Cisne” de Celaya, los comensales que escucharon los pormenores del lúdico periplo realizado por el
trío de descarados miembros de la familia presidencial
sonrieron como si nada. Convertidos en resignados testigos de las impúdicas andanzas y del ininterrumpido festival de alegrías
materiales protagonizado por los vástagos de “La Jefa” –grupo
al que hace tiempo se sumó el ex marido–, la gente tiene la sensación de que no queda más remedio que reír y relatar estas historias, como si se tratara de una mala película que les pasa a otros.

Impotentes frente a la corrupción y la impunidad, los dóciles habitantes de Celaya han perdido la capacidad de reacción frente a la voracidad descontrolada de Manuel Bribiesca Sahagún, el mayor de los hijos, mezcla pueblerina devaluada de “Tony Soprano”, el protagonista de la serie norteamericana que relata las andanzas de un simpático clan de la mafia italiana.
Similares en la adiposidad corporal, no así en lo intelectual,
donde indudablemente Tony gana de lejos; al primogénito no se le conocen títulos universitarios ni especialidad alguna, eso sí, ávido de
fiestas, recorre antros y casinos, como otros universitarios.
Su hermano Jorge, de cuyo coeficiente intelectual se sabe poco
y nada, no se queda atrás en la farra del sexenio. Aparece
siempre acompañado de Guillermo “Memo” Sahagún, hermano menor
de Marta y su partner empresarial, que en algunos proyectos de la construcción
oficia como prestanombres. El dúo circula acompañado de otros
prominentes amiguetes devenidos novísimos integrantes de la hight society de
León: Mauricio Cano, Chritian Stoever, Guillermo “Guillo” Medina
(hermano de Carlos Medina Plascencia), Adolfo Garza y Giovanni
Brachini. Cuando el escándalo de los videos estaba en su apogeo,
Brachini se convirtió, por amor a la amistad, en el solícito bombero que corrió a “limpiar” las oficinas de los hermanos y quemó toda la documentación que comprometía a éstos con el
empresario Carlos Ahumada. “¿Para qué iba a estudiar? Mírenme
donde estoy ahora, no lo necesito, soy rico y poderoso”, suele
ufanarse Manuel, que no puede conjugar correctamente los verbos y a su no
demasiado extenso vocabulario le adjunta permanentemente las palabras “pinche” y “chingar”...

Quién sabe dónde abrevó la señora Wornat su jugoso pero fraudulento negocio de “periodismo de investigación”. Vaya suerte que ha tenido al jamás perder una demanda.

Sin embargo, la familia convertida en blanco de su pluma viperina debe aprender a distinguir entre la remitente y los mensajeros.


También Raúl Trejo Delarbre demerita en su artículo de La Crónica el libro de Olga Wornat, al que califica de recuento de murmuraciones:
Las abundantes inexactitudes que hormiguean en el libro de Olga Wornat permiten decir que el que allí se presenta no es periodismo de investigación. No se puede llamar así a un trabajo que muestra errores elementales en fechas, nombres, cargos y situaciones.